lunes, 17 de febrero de 2014

Infancia y primeras hazañas

 Soy el héroe máximo de la mitología clásica, tebano de nacimiento y, durante parte de mi vida,
 también de residencia, aunque tirintio o miceneo por mi familia. En cuanto a la transición española de mi 
nombre, es recomendable la forma “Hércules” más bien que la forma “Heracles”. Hércules, hijo de Zeus, soy
el último héroe que este engendra en mujer mortal, al enamorarse de Alcmena, la hija de Electrión, a la
 que encontrándose ella en Tebas, engaña presentándosele con la figura corporal de Anfitrión. Alcmena, 
establecida en Tebas con Anfitrión, no había consentido en consumar su matrimonio con Anfitrión hasta 
que éste ejecutara la campaña de castigo contra los Teléboas que Electrión no había podido llevar a cabo. 
También Anfitrión, tras el episodio de la zorra de Teomeso, había partido hacia Tafos y, gracias a la 
traición de Cometo, había conseguido una total victoria contra Pterelao y los Teléboas. Emprende, pues, 
Anfitrión su triunfal regreso a Tebas, pero cuando está ya cerca de la ciudad, cuando Zeus, enamorado
 de Alcmena, se presenta a ella haciéndose pasar por Anfitrión, le cuenta que ha cumplido victoriosamente la 
misión de castigo contra los teléboas que ella le había exigido (por ser los matadores de los hermanos de 
Alcmena), y logra así que Alcmena le reciba en su lecho, creyendo que es Anfitrión y consintiendo por fin
 en la consumación del matrimonio: engaño de los más célebres de toda la mitología clásica.    
 El entusiasmo de Zeus por Alcmena es tan grande, que, habiendo llegado junto a ella al empezar la
 noche, triplica la duración de esa noche que pasa con Alcmena, haciendo que el sol salga con veinticuatro 
horas de retraso sobre lo que habría sido su orto ordinario al terminar aquella noche. Ahora bien, con 
Apolodoro concuerda bien la narración senecana: “ese hijo para cuyo nacimiento el cielo consumió un día y el
 sol salió con retraso en el mar oriental por habérsele ordenado que retuviera su luminaria sumergida en el 
Océano”, con lo que la continuidad de la estancia de Zeus con Alcmena durante una noche de treinta y seis
 horas, y un retraso de veinticuatro horas en la subsiguiente salida del sol, parece ser la forma más genuina 
de esta tradición mítica de la concepción de 
Hércules.


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